18 octubre 2007

El CO2 en el pasado


Me pregunta un amigo si no es falso eso de que nunca en la atmósfera de la Tierra ha habido tanto CO2 como ahora. Sí, si es falso. Más bien es al revés, hay ahora menos CO2 del que ha habido en la mayor parte de la historia de la Tierra. Aprovecho y le suelto el rollo. Nostalgia de jubilado que un día fue profe.

La Tierra tiene, como el Sol, unos 4.500 millones de existencia, pero su historia geológica se conoce más o menos bien desde hace unos 540 millones de años. Entonces la evolución de la vida se aceleró en los océanos. Casi abruptamente se multiplicó el número de especies y se modificaron los tamaños y las formas corporales de los animales marinos.

A diferencia de los animales anteriores, pequeños y de cuerpos blandos, las nuevas especies desarrollaron caparazones y esqueletos calcáreos, duros, que han quedado insertos en los estratos de rocas sedimentarias. La abundancia de estos fósiles aporta muchas claves sobre los cambios ocurridos desde entonces en la geología y en el clima. Por eso al último eón, que comienza entonces, se le ha dado el nombre de Fanerozoico, del griego “phanero” (visible o evidente) y “zoe” (vida). El Cámbrico fue su primer período. El Precámbrico, todo lo anterior.

Luego, a mediados del Silúrico, hace unos 420 millones de años, ocurrió un fenómeno biológico fundamental: aparecieron las plantas vasculares, plantas con tallos rígidos y tejidos conductores hechos con una nueva sustancia orgánica, la lignina, que les daba el soporte estructural necesario para poder crecer en vertical. Aparecieron los árboles y se desarrollaron los bosques y esa explosión de vida fue posible en una atmósfera bastante más caliente y húmeda que la actual y con mucho más CO2 en ella que el que hay hoy día.

Después el CO2 del aire fue decreciendo, hasta un nivel muy bajo, semejante al de ahora, probablemente debido al enterramiento de gran parte del CO2 convertido por la fotosíntesis en carbono orgánico. Ocurrió hace 300 millones de años, al final del Carbonífero, llamado así precisamente por eso, por las grandes catidades de carbono que quedaron enterradas sin oxigenación en el subsuelo. La vida ahí fuera, tal como la conocemos ahora, podía haber acabado, por falta de una materia prima esencial: el CO2.

Pero no ocurrio así y de nuevo la actividad volcánica suministró el CO2 necesario al aire. Creced y multiplicaos, dijo entoneces Dios a los dinosaurios, y aprovechándose de una atmósfera riquísima en CO2 que permitía mantener una apetitosa y lujuriante vegetación, tamaño superburger king, así lo hicieron. Y el Jurásico, con una concentración de CO2 de 5 a 10 veces superior a la actual fue su mejor época.

Ay, luego las cosas decayeron y poco a poco, el CO2 fue disminuyendo hasta llegar al triste y frío Cuaternario, en el que estamos metidos desde hace 2 millones de años, con glaciaciones siempre al acecho, y acompañando al frío unas cantidades nimias de CO2, unas 200 partes por millón (un 0,02%), que en los breves milenios interglaciares sube a las 280 ppm, y que nosotros, en este último, hemos hecho subir ya a las 380 ppm. Muy lejos, muy lejos aún, de la abundancia de antaño.

ref.: la fuente de la figura de arriba es del proyecto GEOCARB III dirigido por Robert Berner